Si Eros y aventura están a menudo íntimamente entrelazados, no es porque el amor dé sentido y legitimidad a la aventura, sino, al contrario, porque sólo una vida que tiene la forma de la aventura puede encontrar verdaderamente el amor.
G. Agamben, Aventura
En la última entrada del blog, exploramos las ideas paradójicas de Giorgio Agamben sobre el amor, la lejanía y la inexpugnable alteridad de las personas que más apreciamos. Ahora, nos centramos en cómo podemos desafiar con delicadeza esta distancia innata que une y separa a la vez a dos almas que han encontrado significado y ternura en la presencia mutua.
Para ello, continuaremos explorando el pensamiento delicadamente sofisticado de Agamben y, en particular, sus meditaciones eruditas y poéticamente refinadas sobre la conexión entre la aventura y el amor. Porque, después de todo, ¿no es la vida cotidiana un viaje interminable y a veces peligroso hacia una persona que también lucha y espera, por derecho propio, acercarse a nosotros y algún día llegar a lo más profundo de nuestro ser?
En un breve libro que aborda la historia, el significado y la importancia de la palabra "aventura", el filósofo italiano dedica un capítulo entero a revelar cómo este concepto está íntimamente ligado al anhelo amoroso y a la búsqueda apasionada de un amor que trasciende y profundiza nuestra vida cotidiana. Agamben desafía provocativamente al lector a imaginar que la aventura no es en realidad algo extraordinario, es decir, un evento que nos enfrenta a circunstancias sorprendentes, increíbles o incluso extrañas. Por el contrario, intenta articular el potencial aventurero de lo mundano y lo banal, es decir, de nuestra lucha consciente por encontrar sentido y, de él, obtener la fuerza para seguir trabajando en el amor por nosotros mismos y por los demás.
Es en este sentido que Agamen desafía nuestras presuposiciones, a veces demasiado románticas e ingenuas, sobre la naturaleza de Eros y las formas en que esperamos que se manifieste en nuestras vidas. Con demasiada frecuencia, se considera que el amor erótico es despreocupado, emocionante y extraordinario. Por ello, tiende a utilizarse descuidadamente como un medio para escapar de la monotonía y la banalidad de la vida cotidiana. Es un intento de liberarse de toda responsabilidad y restricción en nombre de una escapada amorosa. Pero, como señala Agamben, este acto, a menudo irreflexivo, no otorga legitimidad ni sentido a la aventura. Por el contrario, dar la espalda a la precaria odisea de nuestras experiencias cotidianas, nuestras fatigas y alegrías, nuestros miedos y esperanzas, es en realidad una traición a la aventura en nombre de algo transitorio e ilusorio.
Para Agamben, el amor erótico no es un medio para un fin, sino el fin en sí mismo. Es algo que se debe alcanzar y ganar perpetuamente: una superación incesante de la distancia que me separa de la persona que adoro y a la que cuido activamente. Por eso, el amor erótico presupone un compromiso, una disposición a asumir la responsabilidad de la aventura que nos aguarda, el viaje de la vida que ya nos ha sido otorgado como un don que debemos apreciar, cultivar y compartir con los demás.
Así que, en esencia, «una vida con forma de aventura» es aquella capaz de apreciar, acoger y preservar el milagro silencioso de lo mundano en toda su sutil gloria. Solo una existencia tan serena pero audaz puede albergar el amor verdadero, porque el amor es un viaje interminable y laborioso que, paradójicamente, siempre nos lleva de vuelta a casa, al punto de partida: el centro del ser del otro.
Autor: Yakim Petrov
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